lunes, 29 de abril de 2013

SOBRE LA CALLE DE PLATEROS




De los siglos XVI al XVIII el gremio de plateros de la ciudad de México se convirtió en uno de los más adinerados e importantes, destacando como patrocinador de magnas obras cívicas y religiosas. Desde la Plaza Mayor -ahora el Zócalo-, centro simbólico y geográfico del virreinato, desplantaba la calle de Plateros, actualmente Francisco I. Madero; afamada por la calidad y la belleza de las piezas de orfebrería que podían adquirirse en sus establecimientos comerciales. Aún hoy en día esta tradición joyera continúa a lo largo de estas históricas manzanas.

Los orígenes de la platería novohispana son tan antiguos que se remontan prácticamente a la fundación de la ciudad de México el 13 de agosto de 1521, día de san Hipólito. Todo el siglo fue muy importante en materia de reglamentación de esta actividad en los territorios americanos. Tan pronto como se fundó la ciudad, unos años después en 1527,  fueron nombrados los primeros supervisores o veedores en esta materia. En 1559, el rey de España, Felipe II derogó la ley que prohibía ejercer este arte en el virreinato y en 1585 se declararon las primeras ordenanzas destinadas al gremio de plateros en la Nueva España. 

Con tanta legislación e interés por parte de la Corona Española, aunados a la propia riqueza del suelo novohispano, la explotación minera y el beneficio de la plata adquirieron una gran importancia económica.  No sólo se benefició el imperio español sino que también se favoreció el desarrollo de importantes ciudades erigidas en las zonas mineras de la Nueva España que vieron el surgimiento de  la “arquitectura de la plata” y la adopción del llamado estilo plateresco durante el siglo XVII. A lo largo y ancho del territorio se fueron descubriendo y explotando vetas argentíferas y auríferas, y así se hicieron famosas las minas de Zacatecas, Guanajuato, Taxco, Pachuca, Real del Monte y San Luis Potosí.   Todo esto ocurría al tiempo que la sociedad novohispana se convertía en gran consumidora de objetos suntuarios, no solamente por su carácter utilitario, sino también por su potencial para expresar tendencias y modas a partir de la variedad infinita de formas, texturas y apariencias que permite este noble metal.

Desde la época prehispánica, nuestros primeros orfebres desarrollaron una singular maestría en el manejo de los metales preciosos. Esta pericia fue posteriormente aprovechada en los gremios virreinales que manufacturaron preciados objetos dedicados a dar realce a los ritos y rituales en  palacios, conventos e iglesias de la Nueva España. Los hasta entonces desconocidos  patrones decorativos importados de Europa fueron entonces plenamente adoptados por los plateros americanos, resultando en una exaltante mezcla de exuberancia barroca que asombrosamente prevalece en el gusto popular hasta nuestros días.

Caminar en el centro histórico de la ciudad de México por la peatonal de Francisco I. Madero, antiguamente llamada calle de Plateros, es hacer un recorrido por la historia de la plata en nuestro país. Es recordar la riqueza artística y económica de una actividad que entonces y ahora, continúa dando lustre y prestigio a nuestro país.  

Platón                                                  
Segunda mitad del siglo XVIII                                 
Plata repujada y cincelada                                                              
57.5  cm. Ø                                   
Fundación E. Arocena / Museo Arocena (Torreón, Coahuila)
Fotógrafo Gerardo Suter  

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