
En este año del 2010 hemos visto cómo el asunto de la “mexicanidad” se ha vuelto un tema de discusión que va aparejado al programa de conmemoración del centenario de la Revolución Mexicana y bicentenario de la Independencia. En ese sentido, quiero comentarles acerca de un evento de esta agenda de festejos. Se trata de la exposición que lleva por nombre “México en tus sentidos: Museo Monumental Itinerante” y que pareciera tener como misión promover “el orgullo de ser mexicano”.
“México en tus sentidos” fue inaugurado el pasado mes de marzo como una muestra itinerante de acceso gratuito. El contenido versa alrededor de las fotografías y videos realizados por el artista mexicano Willy Sousa quien durante los ocho años anteriores recorrió el territorio nacional para llevar a cabo su labor. Cabe aclarar que la mayoría de las imágenes no son inéditas, debido a que ya habían formado parte de la campaña “Visit Mexico” y de la cual se hicieron varias cápsulas televisivas. Actualmente, Sousa es el director artístico de este museo que presume de contar con tecnología de punta para el montaje de las fotografías y la proyección de video.
Por su parte, el Museo Monumental es un edificio de cuatro mil metros cuadrados proyectado por el despacho de arquitectura de Sordo Madaleno. Predeciblemente se encuentra ubicado en la explanada del Zócalo de la Ciudad de México, una de las plazas públicas más grandes del mundo y que, en los últimos años, se ha visto convertida en escenario de ferias al aire libre, conciertos populares y demás eventos multitudinarios.
Para ingresar al museo es necesario hacer una larga fila, aunque también existen accesos preferenciales para las personas de capacidades diferentes y de la tercera edad. La presencia de cuadrillas de organizadores es constante y su función es orientar al público en todo momento.
Ya en el interior, todo impresiona. La considerable altura del edificio, las enormes fotografías y la media penumbra, todo acompañado de música new age ambiental inducen a los asistentes a portarse reverenciales y a hablar en voz baja.
El público, que para estas alturas se siente muy pequeño, intenta circular, pero por la cantidad de gente que se concentra no queda de otra más que caminar en una sola dirección (hacia la salida). En el recorrido necesariamente lineal, los espectadores se ven avasallados por fotografías escandalosamente coloridas, agigantadas y montadas como grandes fotomurales. También pueden ver los videos en pantallas LCD, pero francamente el paso continuo no permite mucho tiempo para detenerse frente a ellas.
La exposición se divide en varios núcleos temáticos conformados por fotografías ausentes de toda espontaneidad, cuidadosamente preparadas y casi manufacturadas. Esto no sería en lo absoluto cuestionable si no fuera porque la exposición se esfuerza en mostrarnos el “verdadero México”.
Entre las imágenes vemos grupos humanos (de preferencia niños o gente de la tercera edad), vistas de la naturaleza siempre anónima, imágenes por supuesto cristianas, arquitectura y monumentos que por enormes ya eran difíciles de ignorar, artesanos haciendo lo suyo, fiestas y mercados muy coloridos y llenos de abundancia, quinceañeras como merengues en color pastel, y un largo etcétera que de alguna manera u otra pretende aludir a “lo mexicano”.
Escasos son los textos que introducen cada uno de los módulos temáticos de la muestra, lo cual me pareció una excelente decisión si se considera que el público no está en la mejor posición de detenerse a leer nada. Igualmente no hay identificación alguna de las imágenes. El publico sólo debe rodar y rodar, es México en tus sentidos y nada más.
De repente y casi al final del recorrido, una voz en off advierte que en unos cuantos minutos empezará la proyección de un video. La multitud ingresa cautelosa a una sala amplísima, semicircular, con tres pantallas gigantes. Se apaga la luz. Un mosaico de imágenes –y por qué no, de emociones- se sucede uno tras otro en un ritmo hipnótico. La visión que tienen los organizadores sobre México se ha inoculado en el público que mantiene la mirada fija. La obviedad hace su máxima aparición cuando la bandera mexicana es desplegada en varias de las escenas y como gran final, un hombre se arranca a galope, raya el caballo y ondea el lábaro patrio al viento. Predeciblemente, se parecía a Pancho Villa.
Al término del video, el público aplaude. Sí, aplaude. Había lágrimas también. Y muchas sonrisas. Claro, este es un México idealizado. Un México del Canal de las Estrellas.
Es evidente que el museo está favoreciendo el concepto de cultura espectacular y masiva. “México en tus sentidos” logra conmover, provocar y sorprender. Ojalá que también nos hiciera reflexionar. De entre todos sus fallos, ése sea probablemente el principal: su efectismo y superficialidad.
Pero estoy siendo injusta. Finalmente ¿quién quiere cuatro mil metros cuadrados de museo para exhibir los problemas, los retos, incluso las miserias de México? El gobierno federal no.
Entonces, “México en tus sentidos” ¿es cursi? ¿Manipuladora? ¿Frívola? Mi respuesta a todo es sí. Sin embargo, y a pesar de esto, quiero rescatar la reacción del público. A la salida pensaba sobre cuántas veces hemos asistido o creado exhibiciones con buenos contenidos pero que dejan al público frío. Yo no quiero que acaben llorando, pero algún aplauso al final no estaría nada mal.
Después del video y a pocos metros de la salida, los organizadores colocaron un área de venta de souvenirs. Por supuesto que yo sucumbí al consumismo en medio del entusiasmo y la emoción colectiva. Me resistí, pero no mucho.
Ojalá que el gobierno federal comprendiera que la identidad cultural de un pueblo es un importante capital social, basamento absoluto a partir del cual puede construirse una sociedad más justa y equitativa; sobre todo en estos tiempos de ambigüedades políticas y falta de seguridad. No un patrimonio fácilmente manipulable que puede utilizarse como pretexto para inducir bajo el pretexto de la emoción, conceptos demasiado simplistas acerca de nosotros mismos.
En fin, que si alguno de ustedes quiere disfrutar de un paraíso mexicano edulcorado y unos buenos achuchones provenientes de una masa de perfectos desconocidos, no se pierdan “México en tus sentidos” en su última semana de exhibición en el Zócalo del DF. Si no pueden asistir ahora, no se preocupen, ya que posteriormente itinerará por otros puntos de la República Mexicana en lo que menos se lo esperan.
IMAGEN: Zócalo del DF con “México en tus sentidos”
Comentarios
Y sí, tiene bastantes aciertos expositivos ¿se dice así?
Y no es el folkclor lo que me gustó, sino la (aparente) limpieza y orden que reflejan las fotos.
Pues yo he de ser una amargada porque sentí feo cuando vi que la gente aplaudió. Me sentí un bicho raro que no pudo responder a la manipulación visual y auditiva, esa que desea dar la bienvenida a un mundo de comercial de Sectur. Creo que el problema de la exposición es su pretensión de ofrecer "felicidad". Le falta poesía.