martes, 19 de julio de 2011

PÁJAROS DISECADOS PARA UN MUSEO NACIONAL

Durante mi regreso de Oaxaca este fin de semana tuve oportunidad de leer Itinerarios e intercambios en la historia intelectual de México, una colección de ensayos recientemente editada por el CONACULTA y la UAM Cuajimalpa. Los compiladores son Miruna Achim y Aimer Granados, ambos docentes e investigadores en esa universidad.

El libro trata sobre el tránsito, propagación y asimilación de ideas, objetos y personas en América Latina. En la introducción se nos invita a "seguir la construcción de ideas y significados por medio de intercambios e itinerarios": un ángulo desde el cual, la circulación e interpretación local de un objeto cultural, de una idea o incluso de un grupo humano, son más elocuentes que su propio contexto de origen. Interesante.

El primer texto autoría de la compiladora Miruna Achim, tiene por título: "Setenta pájaros africanos por antigüedades mexicanas. O, cómo construir un museo nacional, México, 1828". En él se cuenta del ingreso de una colección de ejemplares ornitológicos disecados al Museo Nacional que fueron entregados por el explorador francés Henri Baradère a Isidro Icaza, el primer director. El donante recibió a cambio 145 dibujos realizados por Luciano Castañeda durante sus expediciones a ciudades antiguas mesoamericanas además de otros objetos prehispánicos no especificados. En una carta del 7 de abril de 1829, Icaza declara al Despacho de Relaciones Interiores y Exteriores de nuestro país que la transacción había sido "notoriamente ventajosa". Suponemos que sí, ventajosa, pero ¿para quién?

Como da cuenta esta anécdota, el proceso de conformación de un museo no es una línea recta y continua sino un sinuoso camino lleno de baches, desviaciones y destinos truncados. El por qué del ingreso de un determinado objeto a una colección museística no sólo es cuestión de registro o de inventario, de movimientos, entradas y salidas, canjes, compras o donaciones; también es un asunto relacionado a las ideas sociales, económicas y políticas del momento en que dicho objeto pasó de objeto común a objeto museable. Puntualizando: ¿por qué al director Icaza le parecieron especialmente valiosas las aves africanas, tanto como para intercambiarlas por piezas prehispánicas? ¿Se imaginan qué  concepto tendría de lo "nacional" a unos años de la independencia de nuestro país?

Para la mayor y mejor comprensión del tema, la investigadora Achim propone enfocar la historia de los museos desde el punto de vista de la historia de sus objetos, esto como "un cambio de escala a favor de la anécdota y del detalle, un ejercicio de inducción, más que de deducción (...) se trata de percibir cómo esta institución imaginaba sus funciones como museo de la nación y cómo atendía tales funciones en la práctica cotidiana".

A favor del director Icaza, la tendencia en los museos de principios del siglo XIX no era tanto la representatividad de la colección, sino lo curioso, extraño, inusual y hasta espectacular y sorprendente de la misma. Es decir, al realizar este intercambio tan ventajoso no se  buscaba forjar un museo “nacional” en el sentido contemporáneo de la palabra, sino que el objetivo era completar el más excéntrico gabinete de curiosidades como el presupuesto así lo permitiera.

A casi dos siglos de distancia de aquél primer museo nacional podría parecernos inconcebible canjear el patrimonio arqueológico de México por animales disecados provenientes de África. Sin embargo, que esto nos sirva para reflexionar acerca de las funciones, misión y destino de nuestros museos nacionales hoy en día, a saber: el Museo Nacional de Arte, el Museo Nacional de Antropología, el Museo Nacional de Historia y el Museo Nacional del Virreinato.  Opino que en la teoría y en la práctica hemos recorrido un largo y sinuoso camino que la mayor parte de las veces nos ha llevado hacia adelante -aunque en muchas ocasiones pareciera que vamos para atrás-.

IMAGEN: RON MUECK. Still life, 2009. 

lunes, 4 de julio de 2011

CIMIENTOS Y SUSURROS: LAS COLECCIONES SALEN DE BODEGA


Esta semana recibí por correo dos invitaciones: a la inauguración de Susurros de la colección Franz Mayer que tiene lugar el próximo 13 de julio, y la de Cimientos. 65 años del INBA: legados, donaciones y adquisiciones, que abre sus puertas en el Museo Del Palacio de Bellas Artes (MNPBA) el lunes 4 de julio.

Me llamó la atención que ambas exposiciones echan mano de sus colecciones en depósito, no sólo como complemento o apoyo, sino como elemento central. El a qué responde esta decisión, depende no sólo de la política interna del museo, sino también al cómo cada institución gestiona su propio acervo y recursos económicos.

Dudo que exista algún museo que exhiba el 100% de sus colecciones, el 100% del tiempo. Aunque el porcentaje varía, normalmente es más alta la proporción de objetos en resguardo que en las salas permanentes, esto sin importar el tamaño del museo o su capacidad de exhibición. La obras que no se muestran permanecen en depósitos de acceso restringido al público, aunque claro que existen contadas excepciones a esta regla.

Pero en ocasiones, las obras en bodega no sólo son invisibles para el público sino también para el propio museo. El descuido, la ignorancia o la indolencia hacen de los depósitos tristes bodegas del olvido donde el orden y la limpieza son desconocidos. Los objetos desfallecen sin que nadie se preocupe por ellos, menos aún que los considere como material expositivo.

La conservación de un objeto cultural no sólo reside en el trato que le damos, sino también en la puesta en valor que hacemos de él; es decir, no sólo basta con guardarlo en un sitio limpio y ordenado, sino que también es necesario interpretarlo mediante la investigación, documentación y exhibición. "Ningún bien es perfectamente conocido si no es perfectamente amado", diría san Agustín. 

Por lo tanto, y para el museo, me inclino por una política de colecciones donde el acervo permanente, en exhibición o en resguardo, sea el eje prioritario de la reflexión y acción institucional. Esto tiene mucho sentido considerando que administrativamente, la colección es el principal activo fijo de la institución, así que cualquier medida a favor de ésta, es una inversión a largo plazo.

En el caso de Cimientos, el título nos dice mucho de la postura que el Instituto Nacional de Bellas Artes adopta frente al acervo donado o adquirido. La curadora de la muestra es Ana Garduño, investigadora del Centro Nacional de Investigación, Documentación, Información de las Artes Plásticas (CENIDIAP), quien en otras ocasiones a estudiado el fenómeno del coleccionismo como elemento fundacional del museo. En cuanto a la exposición del Franz Mayer, desconozco quien haya realizado la curaduría, pero la imagen y título de la exposición Susurros no me parecen del todo atinados ya que aluden a algo oculto o secreto, a un mensaje "en voz baja". Dudo que esto sea favorable.

Estamos de acuerdo que una política institucional destinada a conservar, interpretar y exhibir nuestras colecciones es algo sumamente positivo. Sin embargo, la cuestión es por qué está ocurriendo en estos museos y por qué exactamente ahora. Si bien, está claro que en ambos casos responde a un renovado interés por valorar lo propio, este interés también coincide con un momento económico muy crítico, resultado de una serie de gastos superficiales, desmedidos y un laxo manejo de las finanzas en proyectos expositivos anteriores.

Agradezco profundamente que los equipos de comunicación social del INBA y del Franz Mayer me hagan llegar puntualmente sus invitaciones. Realmente espero poder asistir a estas muestras para entonces evaluar de mejor manera cómo este conjunto de circunstancias económicas y de política interna resultan en una buena o mala propuesta. Ya les contaré en su oportunidad.