martes, 3 de noviembre de 2015

EL AURA Y LA INTERPRETACIÓN. CONGRESO INTERNACIONAL DE CASAS MUSEO (MÉXICO, 2015)

Mi mesa en el Congreso Internacional DEMHIST. Museo Casa del Risco. Foto: Mmuseos

El pasado 21 de octubre tuve el enorme gusto de participar en el Congreso Internacional DEMHIST, el comité del ICOM relacionado a los recintos y casas históricas que fungen como museos, con la ponencia Objetos que hablan por sí mismos. El aura y la interpretación en las casas museo. Mi participación tuvo lugar gracias a la amable invitación de la Mesa de Trabajo Mexicana del DEMHIST, a quienes agradezco sus finas atenciones. El encuentro se llevó a cabo desde el lunes 19 del mismo mes, en el Museo Casa del Risco, ubicado en San Ángel (Ciudad de México). El evento se desarrolló con la mejor de las organizaciones, mostrando un alto nivel de discusión en cada una de las mesas convocadas.

En mi ponencia propuse algunas reflexiones teóricas acerca de la interpretación de la cultura material en el museo, un tema que anteriormente ya había discutido desde ángulos diferentes en este mismo blog (por ejemplo, en la entrada El dominio de los objetos  y en Objetos que hablan por sí mismos ). En esta ocasión, quiero compartir con ustedes algunos párrafos de la segunda  parte de mi ponencia en el Congreso Internacional DEMHIST, la específicamente relacionada a la noción del aura de acuerdo a Walter Benjamin y cómo podría relacionarse a los problemas de la interpretación de los objetos culturales en el contexto del museo. Esperemos pronto se editen las memorias completas del encuentro.

El “aura” de los objetos en el museo

A partir del texto de Walter Benjamin (1936), mucho se ha comentado acerca de lo valores de la obra de arte ante la posibilidad de su reproductibilidad técnica. La aparición de máquinas capaces de replicar la realidad sin aparente intervención humana -como la cámara- y el surgimiento de nuevas formas artísticas en las que carece de sentido la distinción entre original y copia -la fotografía y el cine-, hicieron posible cuestionar un conjunto de valores que, a lo largo de los siglos, fueron atribuidos a la obra de arte y, de manera ampliada, al objeto cultural.

Las obras tradicionales, herederas de experiencias mágicas y religiosas, cargadas de subjetividad, “devolvían la mirada” del espectador. Tenían lo que W. Benjamin denomina como “aura”, el aquí y el ahora de la obra de arte, su existencia irrepetible en el lugar en que se encuentra. [1] En el caso de las originalmente destinadas al culto de las religiones y a la perpetuación de las relaciones de poder –que no tanto en cuanto a aquéllas despreciadas por la cultura hegemónica-, el copiado múltiple ofrecería la posibilidad de acabar con la mistificación, pero permitiría también una nueva enajenación multiplicada tecnológicamente y una tendencia al fetichismo del llamado original. Las técnicas que facilitaron la repetición de la obra y por lo tanto, el acceso ilimitado a la misma, propiciaron también la pérdida del “aura”. En cuanto a la praxis del museo, el aquí y ahora del original constituyen en gran medida el concepto de autenticidad, un valor elemental al momento de categorizar los objetos culturales una vez que han salvado su fase de descarte y han  ingresado a la institución.

En resumen, las técnicas de reproducción modificaron la relación de la sociedad de consumo con el objeto cultural y alteraron de manera irreversible los valores hasta entonces considerados intrínsecos al arte como originalidad, permanencia y autoría. A partir de las observaciones de W. Benjamin, consideramos que la fotografía y el cine –  a los que hoy en día podríamos añadir la televisión, el internet, y los medios de comunicación digital- han puesto en crisis la autenticidad de la obra única, fundamentada en sí misma, desvinculándola para siempre del rito y  la tradición. Si esto es verdad para la obra de arte ¿qué le espera a los objetos cotidianas que, debido a su “vida cultural” terminan formando parte de un museo? Tal vez los objetos culturales sean los que más vigorosamente se resisten a ser desmitificados, en el museo ¿a qué ritos y tradiciones harían referencia?

Las colecciones del museo parecen depender plenamente in situ del “aquí y el ahora”, de su necesaria vinculación con otros objetos culturales a su alrededor y entornos físicos contextuales que la arropan.  Pero ante la posibilidad de su reproductibilidad ¿acaso deberíamos molestarnos en visitar “el lugar de los hechos” cuando posiblemente podemos acceder a la colección en un sitio web o hacer un recorrido virtual? ¿Cómo equilibrar entre la divulgación de la presencia masiva que nos ofrece la reproductibilidad técnica y la presencia irrepetible de autenticidad en el sitio del museo?

Difícil mediar entre ambos porque en cualquiera de los dos escenarios siempre nos hace falta algo. En la reproducción, entre otras cosas, no es posible apreciar las alteraciones que ha sufrido el objeto en su estructura física a lo largo del tiempo, las pequeñas peculiaridades que lo hacen irrepetible, los accidentes que ocasionó la procedencia. Tampoco podemos comprenderlo en articulación al sistema del cual forma parte o en función de los espacios arquitectónicos que ocupa. Al respecto y citando nuevamente a W. Benjamin, en dicha existencia singular y en ninguna otra cosa, se realizó la historia a la que ha estado sometida la obra en el curso de su perduración.[2]

En  el museo, los objetos culturales del pasado han sido abstraídos de su función y son sólo relativos al contexto que les imponemos. Nos sentaremos en un sillón del siglo XVII y estilo Luis XIV o pretenderemos cocinar en una olla de talavera virreinal; todo lo contrario: los  atesoraremos más allá de su función en el momento de creación. En el polo opuesto a la reproductibilidad otorgamos una dosis -¿por qué no?- de fetichismo a todo objeto antiguo debido a que lo consideramos hermoso a partir del simple hecho de haber sobrevivido el paso del tiempo.  

A manera de advertencia, un museo que fundamente exclusivamente la interpretación del pasado en el “aura” de los objetos culturales, ciertamente confrontará con desconfianza los retos de la obsolescencia, la tecnología y la reproductibilidad, siempre en búsqueda de mantener el imperativo de la autenticidad inequívoca como sinónimo de historicidad. Por otra parte, el museo que adopte los anteriores retos con entusiasmo y creatividad, encontrará valiosas herramientas de interpretación que le ayudarán a divulgar la historicidad como una construcción, como un relato, incluso en el in situ que le corresponde.





[1] WALTER BENJAMIN.  La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, p.42
[2] WALTER BENJAMIN. Op.Cit., p.61