lunes, 27 de agosto de 2012

REFLEXIONES SOBRE POLÍTICA DE RECAUDACIÓN DE FONDOS: EL CASO DEL MUSEO RUFINO TAMAYO


Importante controversia se ha creado en relación a la reapertura del Museo de Arte Contemporáneo Rufino Tamayo luego de conocerse que dos de sus salas llevarán el nombre de Carlos Hank Rhon,  hermano del ex alcalde de Tijuana, Jorge Hank Rhon. Especialmente indignada fue la declaración de la investigadora y crítica de arte Raquel Tibol, quien expresó al diario La Jornada[1] lo siguiente: “Resulta vergonzoso que la cultura y el arte estén hoy dependiendo de los dineros de los ricachones sin averiguar el origen de esas acumulaciones. Evidentemente, desprestigia al Museo Tamayo arrastrarse de esta manera frente a semejantes personajes”.

      En la misma nota periodística, el presidente del patronato de la Fundación Olga y Rufino Tamayo, David Cohen, respondió que las salas no sólo llevarán el nombre del donante, sino que éste aportará una cantidad anual para su mantenimiento. La cantidad del donativo es aún desconocida, pero en cifras oficiales expresadas por el presidente Felipe Calderón en la pre inauguración del recinto el pasado 21 de agosto y consignadas por un boletín de prensa de CONACULTA del mismo día[2],  la inversión rebasó los cien millones de pesos, 34 de ellos aportados por la Fundación Olga y Rufino Tamayo y 68 dispuestos por el gobierno federal. Todo apunta a que los donativos forman parte de la cifra con la que contribuye la Fundación que lleva el nombre del pintor oaxaqueño y su esposa.

        Cien millones de pesos y más de un año de trabajo son la inversión realizada para la reapertura de este emblemático museo que fuera fundado en 1981 y que, desde entonces, había permanecido casi inalterado en sus espacios museísticos y servicios al público. El renovado museo contará con más metros cuadrados de exhibición, espacios educativos, un centro de documentación, mejores depósitos de obra, con una librería y un restaurante. 

        A partir del 26 de agosto podrán visitarse nuevas exposiciones, entre éstas una antología con obra de Rufino Tamayo,  una memoria de la intervención del edificio y tres muestras curadas por Julieta González,  Sofía Hernández Chong Cuy y Magnolia de la Garza, respectivamente. Sin embargo, todo parece haber sido opacado por los apellidos Hank Rhon y el cuestionamiento que de su presencia hace un sector de la comunidad artística en nuestro país. 

        Sin pretender discutir o aclarar aquí las razones del descontento expresado, que esta nota periodística nos sirva como pretexto para discutir sobre la importancia que tiene para nuestros museos el mantener férrea  vigilancia sobre las políticas de recaudación de fondos, lo que incluye –entre  otras cuestiones- los derechos y obligaciones que una aportación en efectivo o en especie imponen en la siempre compleja relación museo – donante.
       
        Históricamente el apoyo a las actividades artísticas y culturales ha supuesto  un intercambio entre quien otorga y quien recibe. Estamos de acuerdo que el mero interés por el arte y la cultura a veces no son motivo suficiente para que el donante apoye nuestro museo de manera desinteresada. Además del debido agradecimiento, el mecenas, patrono, benefactor o donante –este último término siendo el más adecuado en la actualidad- espera del museo beneficios simbólicos y beneficios materiales: prestigio, sitio social, exención de impuestos, etc.
       
        ¿Es el objetivo último de la recaudación de fondos financiar el museo? Sí como solución inmediata, pero no como política a largo plazo. Me explico. Desde mi punto de vista, el objetivo principal de una campaña de recaudación de fondos para un museo será el generar la conciencia en la comunidad de las necesidades financieras que el museo enfrenta para hacer realidad sus proyectos y, por ende, motivar el compromiso y la solidaridad mediante la convocatoria a los posibles donantes. Por este motivo es de gran importancia acompañar nuestra campaña de recaudación de fondos con una campaña de comunicación que difunda no sólo nuestra necesidad inicial de financiamiento, sino también la utilización de los recursos recaudados y la evaluación de los resultados y el impacto en la comunidad.  

        Nótese que al hablar de comunidad ampliamos nuestro concepto de donante. Éste no sólo es el “pez gordo” que entrega millones sino también son nuestros visitantes, nuestros proveedores, nuestros voluntarios. Son todos aquellos que aportan su tiempo, dinero o recursos a nuestro museo. Son nuestros amigos del museo. Bajo este concepto todos participamos, todos somos donantes, el museo se vuelve un bien común, una responsabilidad compartida.

        El riesgo como museo es creer que nuestros donadores son sólo aquéllos que pueden aportar por encima de cierta cantidad y crear una relación de clientelismo con estos donantes. La solución reside en generar una política de recaudación de fondos escalonada, que no piramidal, donde todos y cada uno de los miembros de la comunidad sea un donante, es decir donde cada uno de ellos sea un ciudadano de excepción, una persona especial: un amigo del museo.

        Aunque los fondos estatales fueran suficientes para el mantenimiento de la infraestructura cultural de todo el país, un museo –sin importar su naturaleza, pública o privada- debería  considerar como parte integral de su gestión el desarrollo e implementación de una política de recaudación de fondos que fomente la participación de la comunidad y eleve el sentido de responsabilidad y pertenencia que ésta tiene para con sus proveedores de servicios culturales, en este caso, los museos.

        En resumen,  ¿se equivoca el Museo de Arte Contemporáneo Rufino Tamayo al convocar a Carlos Hank Rhon como donante?  Sí, porque es una decisión clientelar que responde a una necesidad inmediata de financiamiento y no a una política de recaudación de fondos de largo alcance que integre a la comunidad. Al contrario, es una decisión que divide y que excluye. Entonces ¿apoyaré el boicot en contra del Museo de Arte Contemporáneo Rufino Tamayo? Rotundamente no. Este museo necesita de sus amigos, en las buenas y en las malas. Con gusto planearé mi próxima visita.

Y ustedes, ¿qué opinan?